Que lindo es viajar, que bonito vivir en otro país, probar
cosas nuevas, conocer nueva gente, etc. Etc.. pero qué dilema se presenta
cuando una se entera que va a tener un hijo, seguramente su primer hijo, en
otro país. Una nación que querés, a la que te adaptaste, que seguramente te dio
al padre del pequeño en cuestión PERO QUE NO ES TU PAÍS.
Sin familia cerca, sin esos amigos que te conocen todo el
camino recorrido (de lo lindo y lo feo), sin esas instituciones que te son
conocidas y que en otro país pueden no existir o ser otra cosa. En definitiva,
la experiencia se torna particular.
Cuando el test dio dos corazoncitos recuerdo que más que
felicidad me agarró un ataque de nervios, miedo, horror, terror, etc etc que lo
único que pensaba era por dónde me escapo de este lío. Mi novio, gran padre y
compañero, tenía la película clara: me abrazó con una gran sonrisa y, a poco de
tomar un avión a mi amada patria, me dijo: “vuelve”.
Obvio que volví. Tenía muchos compromisos que tenía que
arreglar, más aún con semejante noticia sin saber cómo estaba en realidad la situación.
Tras la aceptación del momento y el enamoramiento de la
panza que crecía se me presentó la idea de tener a mi hija en Argentina porque
“allá todo es gratis, y los médicos son muy humanos, y el parto va a ser muy
humanizado y bla bla bla”. Ante mi declaración de lo que había resuelto
unilateralmente, el padre de la guagua sólo asentía con la cabeza. Los que me
escuchaban me miraban con cara de que estaba loca y hasta alguien muy
capo en salud me dijo que no era la mejor opción. Y así fue.
Aunque pensaba que Sofía iba a nacer del otro lado de la
Cordillera como fuera (me imaginaba cruzando con un burro, a lo San Martín,
pero con panza y contracciones, ja!) el trabajo de campo en Baires me sacó
todas las ganas: súper caro (no tenía obra social), todos los centros lejos de
la casa de mi mamá, y con esa impresión de que sólo quieren tu dinero (en lo
que a clínicas privadas se trata).
Recuerdo muy bien una imagen: maternidad en un barrio
porteño a la que llegamos tras esperar media hora en un piquete, administrativa
del lugar mostrándome las instalaciones (llenas de pacientes y sábanas en el
piso) y una puerta que se abre y se ve a una mamá reciente, con ojeras
profundas, y una cara de no querer más lola, con su madre dándole de comer en
la boca. Toda esa imagen fue acompañada de un dicho: “Y mira mamita, si la
querés tener acá, junta mucha platita porque si querés anestesia epidural tenés
que sumar un poco más de platita”. “Platita”, “Mamita” sonaron en mi cabeza
toda esa calurosa tarde. La odié. La odié mucho. Fue como ver a la gorda en
cuestión sentándose arriba de mi ímpetu sanmartiniano. Y ahí decidí tener en el
país vecino a mi pequeña niña. El resultado fue el mejor, especialmente porque
terminó con todos mis prejuicios y caí en la existencia del gran padre que
tenía Sofía.
Por eso, a las que vayan a tener un hijo fuera de su país,
les quería pasar algunos tips (soy re Cosmopolitan):
Lo más importante: la salud. Obra social, isapre, seguro
médico, guataguataca, como sea que se llame, busquen asistencia médica e
infórmense de todo lo necesario para tener a sus niños. Un parto en Chile te
puede salir 100 dólares con la mejor clínica como 20 veces más.
Positiva: sí, sí, sí, no va a estar mamá todo el embarazo
para preguntarle todos los detalles. Es cierto: tu mejor amiga, esa de toda la
vida, tal vez no esté tan presente para compartir experiencias. Pero, y parece
un gran cliché, vas a sentir cada día que no estás más sola. La panza crece y
ya no es panza, es Sofía, Ana Paula, Martina o Tiziano. O porotito, en caso de
que no quieras saber el sexo. Y es cierto que te vas a sentir vulnerable pero a
la vez nunca vas a sentirte tan fuerte: estás generando vida, una persona. Así
que nada de bajón, dientes afuera, cuchilla en pierna y a darle con todo.
Help a tus amiga mamás: seguramente, si sos soltera o tu
círculo de amigos es de solteros, muchos de tus amigos se escapen por un tubo
cuando les des la noticia. Y no es que ellos sean malos y una la buena, sino
que es algo natural. Yo fui muy porquería con mis amigas embarazadas, pensaban
que me iban a contagiar la peste, me desaparecía hasta que volvía. En sí era un
gran miedo a toda la cuestión porque no le veía nada positivo. Hasta que me
pasó. Por eso, aferrate a las amigas piolas, a las que te pasan consejos, que
se matan de la risa cuando te cuentan los primeros cambios de pañal, las
peripecias del parto, etc. . aferrate a la gente con buena onda, a la demás
dejala bien libre para que se la lleve el viento :D
Hacerse cariños: date todos los gustos que puedas. Come lo
que te encante de a poquito, disfruta todo porque te vas a convertir en un ser
con una sensibilidad extrema. El chocolate, el olor al café, las frutas ricas,
todo parece un paraíso. Los masajes, el yoga para embarazada, la natación para
embarazadas, o el sólo hecho de tirarte en el pasto como foca a ver las nubes
mientras sentís el viento en tus patitas: una experiencia religiosa.
Y por cierto, respira mucho y profundo. Además de mucho agua.
Los elementos vitales para ayudar a generar vida. Y algo más: la postura más
recomendable ante la vida es: “me tomo un agarompa y todo me …importa un bledo”.
Beso